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Verdades como puños

La patética e inmutable situación de la investigación científica en España ha sido retratada con total acierto en este magnífico artículo de Tomás Ortín Miguel ([«El País»:http://www.elpais.es/articulo/elpedupor/20060206elpepiedu_8/Tes/Mejores%20universidades%20para%20Espa%F1a]). Imprescindible leerlo completo. Fragmento:

«¿Cómo podríamos poner alguna universidad de España entre las mejores del mundo? Para hallar la respuesta (simple pero dura de poner en práctica), basta fijarse en qué hacen las mejores universidades del mundo para serlo.
Fijémonos, pues, en qué tienen en común Princeton, Berkeley, Stanford o Cambridge, unas públicas y otras privadas (pero todas muy subvencionadas de diferentes formas por el estado, y prácticamente todas del mundo anglosajón). Salta a la vista que en las mejores universidades trabajan los mejores investigadores y que básicamente es esto lo que las convierte en las mejores. Además, la presencia de los mejores investigadores en las mejores universidades es el resultado de la voluntad de serlo, traducida en un esfuerzo continuado para atraer buenos investigadores, compitiendo por ellos; un esfuerzo por seleccionar y retener a los mejores (sin preocuparse de su origen, sin pedirles homologaciones ni convalidaciones) ofreciéndoles buenas condiciones de vida y de trabajo, los medios y apoyo para desarrollar su potencial y que su tiempo no se pierda en inútiles burocracias. La excelencia de la formación que proporcionan estas universidades está automáticamente garantizada por la calidad científica de los profesores, a quienes no se les exige que sepan un temario concreto (una exigencia absurda en una era en que el conocimiento avanza muy deprisa) sino, simplemente, ser líderes en su campo. Los resultados confirman plenamente esta política y, allí donde los estudiantes pueden elegir universidad libremente y con información, escogen universidades que siguen estas pautas generales.
La lista de aciertos de las mejores universidades es la lista de los errores de las nuestras. Para empezar (hace falta decirlo), con honrosas excepciones, los mejores investigadores están en las mejores universidades, no en las nuestras. No hay voluntad de estar entre las mejores, y, por lo tanto, no hay un esfuerzo continuado para atraer a buenos investigadores y seleccionar y retener a los mejores. Las trabas administrativas no permiten competir por contratarlos: se les exigiría la homologación del título (un trámite mucho más lento que la naturalización de un futbolista extranjero) aunque fuesen premios Nobel, y no se les podría ofrecer nada más que su propio puesto de trabajo con el salario de un profesor universitario principiante. Es evidente que estas trabas habrían desaparecido hace mucho si las universidades hubiesen estado interesadas en contratar a los mejores investigadores que, en muchos casos, son extranjeros. Otro tanto puede decirse del CSIC, pero no de su homólogo catalán, el ICREA, que está logrando atraer a buenos científicos del extranjero, de otras universidades españolas y del CSIC, que, correspondientemente, los pierde.
Siendo el secreto de las mejores universidades tan sencillo, habría que preguntarse por qué nuestras universidades no hacen lo mismo. Claro que, ¿qué podría impulsar a las universidades españolas a competir por ser las mejores, si su financiación y la afluencia de alumnos (sin información y con poca capacidad de elección) están aseguradas independientemente de los resultados (que, por otro lado, no se evalúan)? Faltan palos y zanahorias en el sistema, que permite, no sólo que no se seleccione a los mejores del mundo, sino que ni tan siquiera se seleccione a los mejores del mercado español.
(…)
No basta con entender el problema y sus causas: hay que actuar urgentemente. No podemos permitirnos perder esta oportunidad y provocar una nueva fuga, o más bien despilfarro, de cerebros, dinero invertido y prestigio ganado porque este programa se ha convertido en un callejón sin salida. Hay que reformar pronto la carrera investigadora. Aunque, al final, cualquier sistema es corruptible y sólo una buena dosis de palos y zanahorias basada en evaluaciones por comités internacionales con resultados públicos y libre elección de universidad de los estudiantes apoyada con becas, consiga que las universidades se esfuercen en seleccionar a los mejores de forma autónoma (como la Constitución impone) sin necesidad de la tutela estatal.
Hay que lograr que sean los mejores los que investiguen aquí y enseñen a nuestros hijos. Cada profesor-investigador mal escogido despilfarrará el dinero público 35 años e influirá negativamente sobre 35 promociones de alumnos, y ni estos ni nuestra sociedad se lo merecen. Nos merecemos algo mejor: mejores universidades.»

2 comentarios en «Verdades como puños»

  1. Más a añadir: las acreditaciones, creadas teóricamente como método menos sesgado para entrar en la carrera de las plazas bajo contrato, están resolviéndose sin baremos públicos. La consecuencia es un agravio comparativo gravísimo entre personas muy similares. Las reformas de la LOU son tan ridículas como los comentarios de los rectores (CRUE) a los borradores de la ministra. Mal asunto…

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