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Laicidad mal entendida

Leo con mucho retraso que nuestro insigne gobierno ha extendido a las Iglesias evangélicas y protestantes el privilegio de poderse financiar directamente desde la declaración del IRPF. Así los contribuyentes que lo deseen pueden destinar el 0,7% de sus impuestos a las sagradas arcas católicas o protestantes.
Uno de los responsables de esta claudicación del estado laico, el ministro de Justicia Mariano Bermejo, además presidente de la Fundación Pluralismo y Convivencia (que financia a las religiones minoritarias) dice que la fundación «no tiene como objetivo financiar actividades de culto de ninguna confesión religiosa, y sí servir de instrumento de desarrollo y arraigo de la pluralidad en un Estado laico y aconfesional».
Para variar confundimos el culo con las témporas. En vez de reducir la financiación del Estado a las religiones se añaden otras (y se prometen muchas más) en aras de la «pluralidad y laicidad» del estado.
Pero, ¿en qué consiste la laicidad del estado? Parece que los próceres del estado creen que consiste en favorecer a todas las religiones por igual y que todos mamen de la teta con igual acceso a la ubre más gorda. Pues no, siento decirle señor ministro que un estado laico no tiene que velar por la salud de todas las religiones sino hacer que a ninguno de sus ciudadanos se le imponga ejercer una determinada creencia religiosa, manteniendo además una actitud crítica ante las falacias de las distintas religiones. El estado debe, como dice Carlo Augusto Viano «desenmascarar las imposturas del clero y en general de los profetas religiosos y en la que se provee a los ciudadanos de instrumentos para emanciparse de las enseñanzas religiosas». Claro está que esto se hace mucho más difícil, sino imposible, si nos dedicamos a financiar alegremente iglesias y escuelas religiosas de todo tipo.
Se aseguran beneficios fiscales a las creencias de «notorio arraigo» para promover la «diversidad cultural». Pero qué puta manía de clasificar las culturas por la supuestas religiones que profesan las personas que las componen. ¿Qué pasa con todos los que no profesamos religión alguna aunque tengamos distintas «identidades culturales? ¿Para cuándo potenciar el multiculturalismo laico?

4 comentarios en «Laicidad mal entendida»

  1. Sí, es un robo a dinero de todos los españoles que podría gastarse en hospitales y no en mantener a asociaciones de ultra derecha financiadas por la iglesia o a viajes de obispos para conspirar contra un partido concreto. Poderosos son si el partido atacado no se atreve a cortarles las alas… una vergüenza.

  2. a mi me parece bien acabar con el monopolio de la iglesia catolica… y de paso que pongan el budismo y el islam…que cada uno pueda elejir donde vayan sus impuestos… es un paso en la direccion correcta… shalom

  3. Hola amigos:
    No creo que ningún gobierno deba subsidiar a ninguna religión, las creencias religiosas deben ser exclusivamente un asunto individual, personal y particular.
    Es más, se debía impedir que los padres adoctrinen a sus hijos con sus dogmas irracionales y que haya colegios «religiosos», los niños no están preparados aún para decidir si quieren creer en las supersticiones de sus padres o no, ni tampoco tienen aún la capacidad suficiente para distinguir mitos de realidades.
    Si los colegios van a enseñar religión que enseñen la historia de todas ellas y no que pasen como verdades las cucufaterías de alguna en particular, los niños deben conocer las opciones, especialmente la de no verse obligado a creer en cosas que no tienen fundamentos racionales ni evidencias de que sean ciertas.
    El derecho a la libertad de pensamiento no existe mientras a los niños se les haga creer en tonterías sin fundamento, eso es un abuso, a los niños hay que enseñarles como pensar, como razonar, como analizar, no imponerles infundadas creencias paternas.
    Walter

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