Aquí va un pequeño extracto del último documento de la Conferencia episcopal española, Directorio de la Pastoral Familiar.
El documento habla por si mismo. La iglesia aprovecha el actual momento de creciente nacional-catolicismo por parte del gobierno y la cercanía de las elecciones para hacer campaña electoral en favor de Rajoy. Además, mover un poco el caldero nunca está mal, si gana el PP por mayoría absoluta seguro que pescan algo (un nuevo concordato al estilo de aquel de 1953).
Algunas dudas se agolpan en mi cabeza:
– Estos señores, ¿Quienes se creen que son? (Aparte de creerse dioses y vivir como Dios)
– ¿Por qué se empeñan en catequizarnos, si es obvio que aparte del porcentaje de «corderos» nadie les va a hacer ni puto caso?
– ¿Tanta inquina contra el sexo y la homosexualidad no indicará que las callosidades de sus manos empiezan a picar demasiado?
– La coherencia programática entre la conferencia episcopal y el PP empieza a ser asombrosa, ¿no será que tienen el mismo guionista?
En fin, yo voy a continuar con mis esfuerzos para incurrir en apostasía.
La “revolución sexual” ha separado la sexualidad
del matrimonio, de la procreación y del amor
11. Así hemos de interpretar la llamada “revolución sexual” que tuvo su estallido en los años 60 del siglo XX y que, aunque fracasada en sus mensajes y sus propuestas, ha alcanzado su éxito en la ruptura que ha producido con los significados intrínsecos sobre la sexualidad humana, conforme a la tradición cristiana. Ha generado en consecuencia una mentalidad difusa que conforma en gran medida el modo como se vive actualmente la relación hombre-mujer. Ha sido el
resultado de una lenta evolución de determinadas corrientes de pensamiento que han nacido de un rechazo de una moral no siempre presentada adecuadamente, pero que, privadas de una visión íntegra de la persona humana, han conducido a un progresivo empobrecimiento de la concepción de la dimensión sexual humana.
Se puede describir brevemente el recorrido que ha realizado: primero, la sexualidad se separa del matrimonio, por una absolutización del amor romántico que huye de todo compromiso. Posteriormente, en una cultura hedonista se desvincula de la procreación. Con esta ruptura de los significados de la sexualidad, ésta queda afectada por un proceso de banalización hedonista. El último paso ha sido separarla del mismo amor y convertirla en un elemento de consumo [16]. A este fin conducía sin remedio la denominada “ideología del género” [17] que considera la sexualidad un elemento absolutamente maleable cuyo significado es fundamentalmente de convención social. El significado del sexo dependería entonces de la elección autónoma de cada uno sobre cómo configurar su propia sexualidad.
Sus frutos amargos:
violencia doméstica, abusos sexuales, hijos sin hogar
12. El tiempo ha mostrado lo infundado de los presupuestos de esta revolución y lo limitado de sus predicciones, pero, sobre todo, nos ha dejado un testimonio indudable de lo pernicioso de sus efectos. Es cierto que la sociedad, cada vez más farisaica en este punto, ha querido ocultar la multitud de dramas personales que se han producido por la extensión de las ideas anteriores. A pesar de ello, es manifiesto que nos hallamos ante una multitud de hombres y mujeres fracasados en lo fundamental de sus vidas que han experimentado la ruptura del matrimonio como un proceso muy traumático que deja profundas heridas. Del mismo modo nos hallamos ante un alarmante aumento de la violencia doméstica; ante abusos y violencias sexuales de todo tipo, incluso de menores en la misma familia; ante una muchedumbre de hijos que han crecido en medio de desavenencias familiares, con grandes carencias afectivas y sin un hogar verdadero. La Iglesia es consciente de esta desastrosa situación y, por ello, tiene la obligación de denunciarla y acudir en ayuda de todos los que la padecen [18].
Presión de los grupos homosexuales
y sus pretendidos derechos
13. Silenciar esta realidad del sufrimiento de tantas personas por el recurso de la proclamación de la abundancia de unos medios materiales que nos ofrece la sociedad de consumo es una ignorancia culpable que daña gravemente la dignidad del hombre. Esto se evidencia de modo flagrante cuando los medios de comunicación y la comunidad política, en vez de escuchar los lamentos de este inmenso drama humano, hacen de altavoz a determinados grupos de presión, como por ejemplo los “lobbies” homosexuales, que reclaman a modo de privilegio unos pretendidos “derechos” de unos pocos, erosionando elementos muy significativos de construcción de la sociedad que afectan a todos. Los mismos poderes públicos se han visto infeccionados por estas pretensiones; y se han dado iniciativas que han querido equiparar al matrimonio legítimo o a la familia natural, realidades que no lo son, con la evidente injusticia que esto supone y que los obispos hemos denunciado repetidamente [19].
Así se puede ver hasta qué punto afectan a las personas las concepciones sobre los elementos fundamentales del hombre que una determinada cultura superficial pretende ocultar. No se puede ser “neutral” en este campo porque está en juego la vida y el destino de tantas personas, así como el derecho que tienen las jóvenes generaciones a conocer la verdad del amor y de la sexualidad humana.
Si Señor!
Asi se habla. Siguense hacín!
Heinz
Las opiniones dudosamente legítimas de una organización que practica y revindica la discriminación sexual deberían ser analizadas por la justicia, y en nigun caso enseñarse en los colegios.
Me pregunto cuántas de las mujeres que componen esa Conferencia Episcopal han protestado por esas conclusiones.
LOS OBISSPOS Y TODA ESA PANDA DE INUTILES LO QUE TIENEN QUE HACER ES PONERSE A TRABAJAR.
¿PRETENDEN CONTINUAR HACIENDO DE LAS SUYAS, VIOLANDO Y ABUSANDO SEXUALMENTE COMO LO HAN HECHO HISTORICAMENTE?
Si y ahora han luchado contra el franquismo. Ni caso, son aquellos que dicen que cascártela es pecado y te va a dejar ciego!»
Jejjeje… hasta los delfines son superiores… lo hacen por placer y no tienen jueces que juzguen su actitud.