La verdad es que no tengo suficiente estómago (en el sentido de que me duele horrores por las carcajadas) para leerme en su totalidad este apasionante documento pastoral. Pero paseando por sus cuatro capítulos, pueden encontrarse otras «perlas», como por ejemplo ésta:
Jueces y abogados
215. Por último, los agentes del derecho en el campo civil -jueces y abogados- han de evitar implicarse personalmente en lo que conlleve una cooperación con el divorcio[236] , ya sea a través de la “mediación familiar”, ya sea siguiendo los procesos judiciales que conducen al mismo. El divorcio es contrario a la justicia. Los jueces y demás funcionarios judiciales han de procurar siempre la conciliación y pacificación matrimonial y familiar, ejerciendo, en su caso, la objeción de conciencia o la mera cooperación material con el mal [237] .
Esto es ya el no va más. Bastante reaccionario es el colectivo de jueces, como para que encima se lo recuerde la iglesia.
No entiendo como un colectivo que se caracteriza porque ni se casa, ni folla, ni procrea tenga que decirnos a los demás como convivir en pareja, cuando meter ni qué descendencia hemos que tener.
(Si, ya sé, lo de que «ni folla ni procrea» es discutible. Ya se sabe que «un cura es aquel a quien todos llaman padre… excepto sus hijos, que le llaman tío)
Si una muchacha es maltratada por su esposo entonces no tiene derecho a divorciarse… que bien!!! entonces me voy a casar para maltratar a mi esposa todo lo que quiera… por que despues de todo no soy cristiano, y por lo tanto soy una mala persona…