El PP (a pesar de las afirmaciones de Rajoy, buscando la igualdad de todos los españoles ante la ley) está intentando ralentizar el proyecto de ley que permite el matrimonio entre homosexuales, usando al «Consejo General del Poder Judicial»:http://www.elmundo.es/elmundo/2004/10/06/espana/1097069933.html como arma política.
Como esta iniciativa parece condenada al fracaso, la iglesia, viniendo en ayuda, contraataca en dos nuevos frentes.
El Papa ha glosado las bondades del matrimonio como institución reproductiva, indicando que _“Una realidad radicalmente inherente al matrimonio es la fecundidad”_ y rezando a Dios _»por todos los matrimonios llamados a ofrecer nuevas vidas continuadoras de la civilización y de la historia de la civilización.»_ ¡Qué emotivo! Porque Dios no existe, que si no, me pongo a llorar.
Por otro lado, el obispo de Mondoñedo, ha pedido/ordenado en una carta al ministro José Bono, que acate los “dogmas de la iglesia”, y le ha soltado esta interesante diatriba ([«El Mundo»:http://www.elmundo.es/elmundo/2004/10/06/espana/1097057103.html]):
A renglón seguido, el prelado cuestiona diversos puntos de las declaraciones de Bono, asegurando que Cristo no se mantendría «indiferente» viendo cómo cada persona se acuesta con quien quiere, que rechazaría el adulterio, que defendería la indisolubilidad del matrimonio y recordando que San Pablo, por su parte, aseguró que en el Reino de Dios no entrarían «impuros», «idólatras», «adúlteros», «afeminados», «homosexuales», «ladrones», «avaros», «ultrajadores» ni «rapaces».
¡Qué bonito! Eso sí que es moderación y modernidad. Quizás suponen que Bono se va a rasgar las vestiduras, y que gritando «¡He visto la luz! ¡Viva la verdadera fe!», va a masacrar a los herejes condenados al infierno del Consejo de Ministros.