La «Paposis aguda» en la que estamos enfangados no amaina. Escucho anonadado en el telediario de «la primera» que los cardenales elegirán el nuevo Papa en la capilla Sixtina «bajo los frescos de Miguel Angel y con la inspiración del espíritu santo».
Ya que dan por buenos todo tipo de «entes» imaginarios, creo que deberían hacer la danza de la lluvia durante el parte meteorológico. Por lo menos sería divertido.
Si no fuera porque un papa se va y viene otro cada veinte años más o menos, comenzaría a preocuparme tanta noticia como últimamente se puede encontrar en todos lados, prácticamente. Somos afortunados, pensándolo bien, y hasta pensándolo mal.
Sin embargo, como soy más bien dado a mantenerme al margen de la actualidad noticiosa, y me refugio en libros que tienen más años que Matusalén en ocasiones, en un quítame allá esas pajas me olvido completamente de qué se estaba hablando, de qué se pretende que me preocupe, en una palabra.
Nietzsche, por ejemplo, es siempre un salvavidas para mí en cualquier circunstancia, y, en ocasiones como estas de «paposis aguda» algo más que un salvavidas: un referente de ser humano al cual admirar, seguir, del cual aprender, leer, con el que entretenerme, pero no demasiado, sin tomármelo como forma de ocio y divertimento de la enfermedad epidémica susomentada y otras sin mentar pero no menos evidentes.
En alguno de sus libros (lo siento, tengo muy mala memoria para las citas, pero, da igual: los recomiendo todos ellos a carta cabal) Federico piensa que el superhombre no llegará sino cuando pasen mil años después del anticristo, o sea, después de haberse hecho patente la muerte de dios a todas luces, incluso a las sombras.
Todavía quedan no pocos siglos para que se cumpla la palabra de éste hombre de naturaleza extraordinaria, ideas fenomenales, pensamientos magníficos, cultura ancha y larga, vida poderosa y muerte violenta: no le mataron, pero seguramente contribuyeron a su muerte no pocos que no podían o tal vez no querían ni por pienso entenderle.
Dijo muchas verdades éste hombre. Y las dijo muy bien dichas, de manera magistral, sencilla a la vez que apasionada. Claras son sus ideas (magúer traducidas), al menos en lo que toca a la religiosidad, tan en boga de unas semanas a esta parte, tal vez más, más, en absoluta y radical contradicción con lo que él pensaba que había de ser una vida plena y completamente humana.
Pero estamos, ya lo he dicho, apenas dos siglos (tengo muy mala memoria para las fechas, qué le voy a hacer, si nací en el mediterráneo) por delante de este ideal de ser humano contento, y quedan no menos de ocho (ochocientos años, generaciones que no verán nuestros ojos, pero tal vez imaginables por nuestras entendederas) para que se cumpla de una vez por todas su profecía y se destierre del horizonte (ilegal, ficticio, de papeles pintados y capillas sixtinas con cardenales políglotas) el falso mito de dios y de la madre que lo parió, o sea, la virgen. La tira de años insoportables, incomportables, naturalmente.
Recomiendo la lectura y relectura (no vendrá mal, en ningún caso) del libro Así habló Zarathustra. Recomiendo la lectura de La gaya ciencia. Del Anticristo. De Genealogía de la moral. De Aurora. De Humano, demasiado humano. Su poesía tampoco está nada mal, en su línea, ¿para qué dejar algo que le fue bien a él y le ha ido tan bien a otros, mal que les pesa a muchos?
La muerte es reaccionaria. Está claro. No lo digo yo, ya está esto pensado desde hace tiempo. Puede que más tiempo del que tiene la frase, que no sé de dónde recogí, pues ya he dicho que mi memoria es flaca, cual Rocinante. La muerte es reaccionaria y esto lo saben también los políglotas cardenales, que, a fuer de representar los intereses de millones de católicos apostólicos romanos o españoles castizos de Madrid, lo mismo da, están en su papel, que se lo tienen bien aprendido, sin hache.
¡Maldita sea su estampa! ¡Maldita su siembra! Pero no. Esto no. Esta gente no siembra. ¿Qué han de recoger? ¡Su reino no es de este mundo! ¡Acabáramos! ¡En otro mundo habremos de vernos todos sojuzgados! Hay a quien les rechinarán los dientes -suponiendo que lleguen con ellos al día del juicio, que en ¡España! no siempre es posible-; hay a quien se les caerá la cara de vergüenza sentados junto al Padre. Padre, perdóname porque no sé lo que me digo.
¿Saben? Voy a hacer clic en el botón Preview. Voy a comprobar que este comentario, ya demasiado largo (les pido disculpas, no sé muy bien cuándo lo empezé ni por dónde cogerlo), digo, para ver si no contiene errores de bulto. Y luego voy a hacer clic en el botón Post. Así, como suena. Voy a apagar el ordenador, que ya está bien por hoy y me voy a poner a releer al azar, como San Agustín tenía por costumbre, el libro que San Agustín no pudo leer jamás, ni hubiera leído: vade retro: Así habló Zarathustra, de Federico Nietzsche.
Solamente (bueno, no) por si me llego a encontrar alguna vez con algún cardenal que hable mi idioma (que los hay, fijo) no prestarle ninguna atención, mirar hacia otro lado, pasar de largo, porque no es bien perder el tiempo con enemigos que no dan la talla, a todas luces, ni con la del alba, ni de ningún modo. Esto y más puede enseñar y enseña el filósofo del martillo, a no perder tiempo, el único que tenemos, con enemigos que no merecen miramiento alguno.
¿Saben? Lo que no podrá nunca enseñar, si no es por omisión o sacándolo de entre líneas, ni la COPE, ni la SER, ni Tele 5, ni Antena 3, ni na ni nainas.
¡Bastante tengo con saber los nombres de estos aprovechados, que me los han colado como me bautizaron en su día sin mi consentimiento! Ea. Lo dicho. Antídoto contra la «paposis aguda». Antídoto contra las cerezas envenenadas. Antídoto contra las crónicas de otros mundos, que están en este. Antídoto contra la muerte en vida. Antídoto contra el espíritu santo y sus compinches menos etéreos. Antídotos. He dicho.
Pero es que no te has fijado cómo cruzan los dedos debajo de la mesa cada vez que dan una mala noticia? ;-))
Muy buen antídoto «osea», el problema es que se vende muy poco…
Así habló Zarathustra – Federico Nietzsche
EL JUBILADO
A poco de haberse desembarazado del mago, Zarathustra vio a otro hombre sentado al borde del camino que él seguía: un hombre alto y negro, de rostro demacrado y descolorido. Su aspecto le produjo un efecto muy desagradable.
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Así maldecía Zarathustra, impaciente en su corazón, y pensaba en la manera de pasar de largo sin mirar al hombre negro. Pero las cosas sucedieron de otra manera. Pues en aquel instante, el que estaba sentado frente a él advirtió su presencia; y como aquel a cuyo encuentro sale una suerte inesperada, se puso en pie de un salto y se dirigió hacia Zarathustra.
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Así habló el anciano, y clavó una mirada penetrante en quien seguía de pie ante él. Pero Zarathustra tomó la mano del viejo papa, y le contempló largo razo con admiración.
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Así habló Zarathustra; y con su mirada penetraba los pensamientos y las más recónditas intenciones del viejo papa. Al fin éste empezó a hablar:
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Pero el viejo papa no contestó. Desvió la vista tímidamente, con una expresión dolorida y sombría en el rostro; y, tras larga reflexión, Zarathustra, clavando sus ojos en los del anciano, le habló así:
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Así habló Zarathustra.
Danza de la lluvia en el parte del tiempo, para el espacio de ecologia una llamada a la defensa del chupacabras y ya puestos una gota fria en la que llueva maná.
Esto es por lo de Pepa: Je, je, je 😉