Esto de tener a un grupo de jóvenes promesas del partido con cara de póquer (o de sueño y aburrimiento infinitos) como fondo de los discursos políticos se ha convertido en una moda. Parece que los decoradores de interiores y los directores de campaña se han puesto de acuerdo, y la moda es poner al candidato en un estrado espacioso con los jóvenes al fondo y los mayores al frente. También está de moda una especie de campechanía finjida donde los cuellos altos, la ausencia de corbatas o los toques de color son norma. Los dircursos dan pie a aplausos matemáticos. Los jóvenes son prototípicos hijos de los miebros del partido (unos calculadamente saludables y guapos, otros calculadamente desenfadados), los colores pasteles, los mensajes mil veces repetidos. El pensamiento crítico brilla por su ausencia.
te olvidas que hay que sentarse en el suelo como en el campamento de los boy scout (sin faltarles al respeto a los dichosos campamentos)
Sobre todo hay que vigilar el vocabulario. Rajoy no paraba de «prometer» y «jurar» como un vendedor de coches de segunda mano. Un político de éxito «se compromete». Lastima que no gastó 3000 euros en asesoramiento. Rajoy es un gestor que necesita consejos para vender, y Zapatero es un vendedor que necesita consejos para gestionar.