Otro verano, y como en «el día de la marmota«, otra vez lo mismo. Repetimos. Vuelve otro año la iniciativa «Playas Familiares» del grupo cristianista Hazteoir. Quieren que en las playas exista «decoro» para que ellos puedan usarlas, y como ellos son los únicos que merecen el nombre de «familia de calidad«, pues eso, «playas familiares».
Dice el diccionario de la Real Academia que el “decoro” es el honor, respeto, reverencia que se debe a una persona por su nacimiento o dignidad, siendo además sinónimo de circunspección, gravedad, pureza, honestidad, recato, honra, pundonor y estimación. Se usa comúnmente en la frase “guardar el decoro”, significando “comportarse con arreglo a la propia condición social”. Suena a rancio el decoro. Como el “pudor”, huele mal el decoro. Hiede. Trae fragancias del pasado, a colegios de niños y colegios de niñas, a bragas hasta la cintura, a bañadores de cuerpo entero desde los dos años, a miradas furtivas, a deseos ocultos.
Me producen gran repulsión estos cristianistas practicantes. Al igual que los islamistas, o los neonazis la seguridad que emanan huele a podrido, hiede, atufa. Cuando hablan de playas «limpias» se les ve la «suciedad» de sus pensamientos; cuando hablan de «ciudadanos de calidad» se les ve el trasfondo, la segregación, la xenofobia. Asco.