Entro inadvertidamente en la revista «S Moda», un suplemento de El País, y leo el siguiente titular «Rosa Tous: Admiro a las mujeres capaces de usar taconazos«. En la «apasionante» entrevista que sigue al titular, la entrevistada dice:
Paso muchas horas de pie, camino mucho, así que soy de bailarina. Aguanto muy mal los tacones, pero envidio a las mujeres capaces de usar taconazos.
No mujer, no envidies, posiblemente estas salvando tu espalda, piernas, pies y rodillas de una dolorosa y horrible vejez.
Una análisis científico del uso de zapatos de tacón o simplemente de zapatillas deportivas con protección en el tacón (o sea, el 99 % de las que se venden) nos revela un universo de problemas y dolor, ausencia de equilibrio, dolor de espalda, lordosis lumbar, hipertensión venosa en las piernas, acortamiento muscular, endurecimiento de los tendones, propensión a múltiples lesiones, etc, etc.
Es una de esas estupideces que inundan nuestra forma de vivir y que no tienen explicación real en un mundo tan «informado» como el actual. Puedo entender que enanas de la realeza del siglo XVII pusieran de moda los tacones entre las clases altas para diferenciarse de la chusma y la plebe, pero ¿por qué siguen siendo de uso generalizado?