He caído de manera casual en un hilo de Twitter que recomendaba rezar por las almas de los difuntos para que pasen menos tiempo en el purgatorio. Esto me ha hecho pensar.
Cuando era adolescente en los años 70, en un tiempo en el que no había todavía internet, sin ordenadores y casi sin tecnología, mi referente del progreso eran los libros de ciencia ficción. Mis autores favoritos, Jules Verne, H. G. Wells, Philip K. Dick, Isaac Asimov, Ursula K. Le Guin y muchos otros grandes clásicos, me fueron llevando a tener la hipótesis general de que el mundo en el que vivía estaba completamente atrasado y que cambiaría inexorablemente a otro donde la ciencia y la racionalidad gobernarían los actos de los seres humanos. Imaginaba un mundo donde las creencias sin fundamento, los dioses imaginarios y los libros sagrados creados hace miles de años, serían paulatinamente considerados como lo que eran en realidad, totalmente estúpidos, anacrónicos, y sin ninguna base para que la gente creyera nada de lo que decían. Imaginaba un futuro donde la fantasía estaría confinada al mundo de la literatura, del cine y de los juegos, donde uno podría perderse en mundos imaginarios con enanos, elfos, troles, dioses y magos, pero sin que hubiese ninguna duda de que eran entes irreales. Un futuro relativamente cercano, donde la sociedad cambiaría a mejor, y que poco a poco las costumbres que se basaban en tradiciones sin sentido se irían diluyendo, y que en algún momento del siglo XXI nos pareceríamos a esas sociedades igualitarias que leía en mis libros favoritos. Conviene quizás decir que vivía rodeado de religión, profesores de un colegio de curas, familiares que pertenecían a la Iglesia, y mis padres, que, aunque no excesivamente religiosos, me hacían ir a misa y a otras actividades religiosas que me aburrían enormemente. Afortunadamente mis padres consideraban que leer era muy bueno, aunque ellos no lo hicieran, y me dejaron convertirme en un auténtico ratón de biblioteca pública sin supervisión.
Aunque las sociedades laicas de muchos países actuales son realmente las más igualitarias y menos religiosas de toda la historia de la humanidad, sigue habiendo un porcentaje mayoritario de personas que dicen ser religiosas. Yo creo que al menos en el mundo desarrollado, estas personas realmente no creen en las doctrinas de su fe. Les gusta ser religiosas, quieren creer, o quieren creer que creen, pero si rascas, muy pocos creen que cuando el sacerdote levanta la hostia, está levantando el cuerpo de Cristo, o cuando se pimpla la copa de vino, está bebiendo la sangre de Cristo, nadie se cree esas gilipolleces. Las doctrinas en los libros religiosos están anticuadas, y por una buena razón, fueron creadas por campesinos de la Edad del Bronce o la Edad del Hierro. Es la ciencia, la que enseña cómo funciona el mundo. Para la ciencia, dios es completamente irrelevante y, de hecho, cuanto más aprendemos sobre el mundo natural, más aprendemos que no necesitamos ninguna intervención divina para explicar nada. Tenemos que ser conscientes de que para resolver los problemas reales del siglo XXI no necesitamos volver a mitos de hace miles de años, no debemos perder el tiempo tratando de interpretar lo que pensaban personas que no sabían que la tierra orbitaba alrededor del centro del sistema solar o que la vida ha evolucionado desde un antepasado común.