Gastos del estado, o con otras palabras, gastos que financiamos obligatoriamente con nuestros impuestos y que me indignan. Se admiten sugerencias.
(1) La Casa Real. El presupuesto directo de la Casa Real de 2011 es de 8,43 millones de euros (lo que para los medios monárquicos es baratísimo), a los que hay que sumar: 6 millones de euros de “Apoyo a la gestión administrativa de la jefatura del Estado», para los salarios de empleados de la Casa Real, mantenimiento de los palacios por parte de Patrimonio Nacional con un presupuesto de 140 millones de euros, vehículos oficiales por unos 50 millones de euros, viajes «de Estado», etc. Podemos incluir aquí la aportación pública a la Fundación Príncipe de Asturias con sus «famosos» premios.
(2) Las diputaciones provinciales y forales. En 2010, las diputaciones provinciales tuvieron un presupuesto de 6.871 millones de euros, alucinante para unas instituciones que realmente no sirven absolutamente para nada dentro del estado de las Autonomías donde vivimos, excepto para que los partidos políticos ofrezcan una jubilación dorada a sus miembros menores y para repartir fondos públicos de manera discrecional en cientos de asesores. Las Comunidades Autónomas uniprovinciales pueden vivir sin diputaciones, se demuestra por lo tanto que las pocas competencias útiles de las diputaciones pueden ser asumidas por las autonomías sin mayor problema.
(3) El Senado. Como ya dije en el anterior artículo, el presupuesto de 2011 del Senado de España es de 55 millones de euros.
(4) Cargos de confianza y libre designación. Aquí se incluye una legión de cargos que las distintas administraciones designan directamente y sin ningún control, a dedo. Sólo en el ayuntamiento de Madrid hay 1.525 de estos cargos, con un gasto de 32 millones de euros. La presidencia del gobierno tiene 633, con un gasto de 28,1 millones de euros. A nivel ministerial, se estima que existen más de mil asesores que costarían 82 millones de euros. Es imposible saber el número de cargos a nivel estatal, decenas de miles tirando por lo bajo.
(5) Coches oficiales. España es el sexto país mundial por número de coches oficiales, con 35.000 vehículos.
(6) Subvenciones, fundaciones, premios y ayudas inútiles. Dado que el concepto de utilidad/inutilidad es bastante subjetivo, es difícil decidir que se puede considerar como totalmente prescindible, lo que es absurdo para unos puede ser esencial para otros. Una pequeña lista, así a bote pronto, de lo que a mi me parece totalmente inútil:
¬ Por supuesto, el Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria (o FROB). Un fondo que repara los daños de la estafa financiera: 6.750 millones en 2009.
¬ Subvenciones a partidos políticos: 86 millones de euros en 2010. Si solo tuvieran el dinero de sus afiliados nos ahorraríamos esos millones de carteles que inundan las calles cada dos por tres.
¬ Subvenciones a sindicatos y asociaciones empresariales. En 2010 la friolera de 20,26 millones de euros con UGT, CCOO y CEOE como mayores beneficiarios. ¿Tampoco tienen afiliados? Hay sindicatos como CNT que no tienen subvenciones…
¬ La financiación de la iglesia católica y sus miembros, 6.000 millones en total, de los cuales 600 millones van a los profesores de religión: la asignatura más inútil nunca impartida, ya que versa en su totalidad sobre entes que no existen. Para no discriminar, también podemos mencionar la «Fundación Pluralismo y Convivencia» que reparte 4,5 millones de euros entre «federaciones religiosas» y comunidades religiosas locales de todo tipo.
¬ Las Fundaciones de los partidos políticos, como FAES o Ideas, entre otras, que tienen un presupuesto alucinante (para lo que hacen, nada) de más de 6 millones de euros.
¬ Dentro de las subvenciones culturales hay algunas que parecen realmente superfluas, como parte de las controvertidas ayudas a la cinematografía española. Una cosa es que se potencie el cine español (me parecen bien algunas de las partidas, como conservación, cortometrajes, documentales o incluso ayuda a la distribución), y otra que se gasten 70 millones de euros en ayudas a la producción y amortización de largometrajes, la mayoría de los cuales ni siquiera se estrenan en salas.
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