Uno de los puntos negros de la asistencia hospitalaria son los enfermos terminales. En muchos hospitales no existen unidades de cuidados paliativos y los médicos de las distintas especialidades suelen ser poco receptivos ante las necesidades de un enfermo terminal. Por desgracia, yo ya es la segunda vez que tengo un familiar enfermo terminal de cáncer, y dada la ausencia de una ley que regule la eutanasia, la muerte no es para nada digna. Aunque la sensibilidad de los médicos fue muy diferente en ambos casos, el resultado final es el mismo, una vez asumida la condición de enfermo terminal, sin posible tratamiento, los enfermos son tratados contra el dolor (con mayor o menor disposición) y tienen que pasar por todas las fases hasta morirse. Los familiares tienen que asistir a toda la degradación que supone la muerte por cáncer, días de creciente debilidad, desorientación, pérdida de control, dificultad respiratoria, edema generalizado y otras muchas lindezas, hasta morir hechos un seres irreconocibles.
Lo mejor es cuando insinúas a un médico que está alargando la agonía innecesariamente y sugieres que aumente la dosis de barbitúricos y te responden con un «eso es ilegal», mientras justifica el tratamiento del edema pulmonar y fallo cardíaco con nitroglicerina sin pestañear. ¿No debería ser el ensañamiento terapéutico también ilegal?
¿Por qué se permite esto? ¿Qué sentido tiene? Ninguno.
Dudo mucho que la nueva ley de «Cuidados Paliativos y Muerte digna» mejore el tema, mientras no se regule específicamente la eutanasia, solo serán mejoras cosméticas.