Dice el diccionario que la paranoia es una perturbación mental fijada en una idea o en un orden de ideas. A nivel clínico se refiere normalmente a un trastorno delirante donde entre otros síntomas el paciente expresa una idea o una creencia con una persistencia o fuerza inusual que altera su vida hasta extremos inexplicables y si se intenta contradecir su creencia es probable que levante una fuerte reacción emocional, a menudo con irritabilidad y hostilidad. En los últimos inviernos los medios y los estamentos políticos padecen una paranoia meteorológica galopante centrada en el frío.
Tras uno de los años más cálidos de la historia conocida y uno de los inviernos más flojos, con temperaturas primaverales durante todo lo que iba de invierno, la ola de frío polar de los últimos días ha desatado los excesos. Si, es una ola de frío polar, y si, hace frío. ¿Y qué? ¿Y los sesenta días de calor? ¿La ausencia de lluvias? ¿Las flores en todos lados, y los petirrojos cantando? ¿No eran noticia? Los medios sólo hablan del frío y de las precauciones a tomar, se cierran los colegios, de salan las carreteras, se acumulan las previsiones, todo el mundo mira de soslayo las ventanas en busca de signos del desastre para escapar a sus casas corriendo antes de que «el frío» les alcance. Las consecuencias de esta sobre-preocupación se usan como datos para ilustrar los perniciosos efectos del frío, cuando en su mayor parte eran innecesarios. Como el calentamiento global acabe con la corriente del Golfo que llega al norte de Europa entonces si que vamos a saber lo que es el frío.