Me ha venido a la mente un artículo de José Marzo del año 2005, ahora perdido en las procelosas aguas de Internet, pero que conservo en parte en el baúl:
«El nacionalismo, por el contrario, es la expresión política del particularismo: primero mi casa, mi idioma, mi gente, y sólo las casas que son como la mía, en las que se habla el mismo idioma que en la mía y que están habitadas por gente como yo y los míos. Un nacionalista sólo puede ser nacionalista.
Todo nacionalismo pretende la uniformización de la ciudadanía de un territorio, el establecimiento de un consenso político sin fisuras, mediante la supresión de la diversidad cultural y democrática y la falsificación de la historia. El nacionalismo nunca es integrador, sino integrista.
El nacionalismo español presenta cuatro cabezas prominentes: el nacionalismo catalán, el nacionalismo gallego, el nacionalismo vasco y el nacionalismo españolista. Históricamente, este último ha sido infinitamente peor, pues nos deparó cuarenta años de una dictadura anacrónica. Esto ha permitido que los tres primeros, que nunca han detentado el poder, se presenten como benignos e incluso rebeldes… La democracia tiene futuro si queremos que lo tenga. El nacionalismo es el pasado.»
Me permito añadir que en 12 años ya dejó uno de ser benigno.