Imaginad una fiesta popular ciudadana donde 269 personas tengan que recibir atención médica. Que de estas, 41 sufran traumatismos, amputaciones y quemaduras, y que de estas, 14, se encuentren en estado grave. Imaginad los ríos de tinta que se provocarían, las acusaciones a las autoridades municipales y autonómicas por falta de previsión, las columnas irónicas sobre la incultura de la gente y su barbarismo… Sería comprensible, ¿no?
Pues no, resulta que no, esto es [«la normalidad»:http://www.elpais.com/articulo/espana/verbena/Sant/Joan/transcurre/tranquilidad/toda/Cataluna/elpepuespcat/20080624elpepunac_22/Tes]:
La sagrada tradición de las hogueras y la celebración del solsticio de verano no me parecen ni bien ni mal, anacrónico y pintoresco, pero esencialmente inofensivo. Pero lo del petardeo, la traca y el cohete generalizado sigue sin entrarme en la mollera.
No entiendo los quince día de entrenamiento con los petardos de los cojones todas las putas noches. No entiendo a esa legión de padres que se van a comprar un saco de munición que juntada podría reventar una caja fuerte para repartirla entre sus retoños para que disfruten alegremente torturando a media humanidad durante un mes.
Me miran raro cuando expreso mi enfado y suplico a los hados que me concedan el deseo de ver como todos los hijos de puta que llevan semanas petardeando debajo de mi ventana sufran una obra pública que dure seis meses en frente de sus casas.