Diez años de la matanza de Srebrenica, monumento, en todos los sentidos, al fracaso de las intervenciones internacionales en Bosnia.
Ramón Lobo, «Un infierno llamado Srebrenica»:http://www.elpais.es/articulo.html?d_date=&xref=20050710elpepiint_11&type=Tes&anchor=elpporint
En 10 años de investigaciones del Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia (TPIY) ——con 20 acusados de genocidio, crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad sólo en Srebrenica——, se ha logrado, tras cientos de audiencias, establecer los hechos.
El 2 de julio de 1995, Mladic decidió atacar el enclave. Ese día espetó a sus hombres: «Ha llegado la hora de acabar con los turcos». Mantuvo en silencio sus comunicaciones y cuando en la mañana del 6 lanzó un doble avance desde el sur sorprendió a los defensores de un enclave con 40.000 habitantes, todos ellos musulmanes. Los 400 cascos azules, diseminados y escasos de armas, moral y municiones, y sin un mandato claro para defender el territorio, optaron por el repliegue a la fábrica de baterías. El Ejército serbobosnio (BSA) tomó como rehenes a 55 holandeses para dificultar un ataque aéreo de la Unprofor (Fuerza de Protección de Naciones Unidas en Bosnia-Herzegovina) y el 11 de julio, sin oposición de la Armija (Ejército bosnio), la ciudad cayó.
El día 12, un Mladic eufórico apareció en Potocari acompañado de cámaras de la televisión serbobosnia, repartió chocolatinas entre los niños y prometió a los civiles que serían evacuados en autobuses a una zona segura para ellos. Después, con los focos apagados, ordenó la separación de los varones en edad de combatir para «localizar a los criminales de guerra».
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Cuando Ramiza Jabuboric, de 55 años, lo vio supo que algo grave iba a suceder. «Mi hija [Amidza] era traductora de los holandeses y había escuchado en alguna reunión que ningún varón iba a salir con vida». Los cascos azules se dejaron desarmar y franquearon la entrada de la fábrica a las tropas de Mladic para localizar a los presuntos combatientes. De ahí salieron presos 1.700 hombres en dirección a Bratunac, Petkovci, Kozluk, Kravica y Orohovac. A algunos les pasaron los blindados por encima; a los otros, los dispararon. Los holandeses elaboraron una lista de 242 varones a los que pretendían salvar. Ninguno ha aparecido con vida.
La noche del 12 de julio, Mladic ——a quien el general británico Rupert Smith, segundo jefe de la Unprofor en 1995, describió como un Pit bull: «Si muestras miedo, te salta a la yugular»—— citó en el hotel Fontana de Bratunac, un edificio desvencijado de dos plantas y con una discoteca llamada Imperio, al coronel Thomas Karremans, jefe del batallón holandés. El general serbio alternó promesas con amenazas. Karremans, asustado, exhausto y desde esa mañana sin comunicaciones exteriores, aceptó fotografiarse junto a Mladic brindando con rakija (aguardiente). Fue la imagen de la claudicación.
Durante las negociaciones del hotel Fontana, los soldados serbios degollaron en la calle a un cerdo y al salir, Mladic espetó al holandés delante del charco de sangre: «Esto es lo que le espera a sus hombres si no obedece». El teatro del terror funcionó: Karremans se negó incluso a ampliar los salvoconductos a los familiares de los musulmanes que trabajaban para el batallón. Fueron los casos del hermano y el padre del traductor Hasan Nuhanovic, ambos asesinados después.
«The Politics of the Srebrenica Massacre»:http://www.zmag.org/content/showarticle.cfm?SectionID=74&ItemID=8244 por Edward S. Herman (ZNet). La otra cara de la historia.
However, there are three matters that should have raised serious questions about the massacre at the time and since, but didn’t and haven’t. One was that the massacre was extremely convenient to the political needs of the Clinton administration, the Bosnian Muslims, and the Croats (see Section 1 below). A second was that there had been (and were after Srebrenica) a series of claimed Serb atrocities, that were regularly brought forth at strategic moments when forcible intervention by the United States and NATO bloc was in the offing but needed some solid public relations support, but which were later shown to be fraudulent (Section 2). A third is that the evidence for a massacre, certainly of one in which 8,000 men and boys were executed, has always been problematic, to say the least.
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At each stage in the dismantlement of Yugoslavia, its ethnic cleansing, and before and during the NATO war over the Kosovo province of Serbia in 1999, propaganda lies played a very important role in forwarding conflict and anti-Serb actions. There were lies of omission and lies that directly conveyed false impressions and information. An important form of lie of omission was the regular presentation of Serb misbehavior as unique to the Serbs, not also characteristic of the behavior of the Muslims and Croatians or of the conflict overall. In case after case the media would report on Serb attacks and atrocities, having neglected to report the prior assaults on Serbs in those same towns and making the Serb behavior seem like unprovoked acts of aggression and barbarity.
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One anomaly connected with Srebrenica has been the stability of the figure of Bosnian Muslim victims-8,000 in July 1995 and 8,000 today, despite the crudity of the initial estimate, the evidence that many or most of the 5,000 «missing» reached Bosnian Muslim territory or were killed in the fighting, and the clear failure to produce supportive physical evidence despite a massive effort. In other cases, like the 9/11 fatality estimate, and even the Bosnian killings and Kosovo bombing war estimates, the original figures were radically scaled down as evidence of body counts made the earlier inflated numbers unsustainable. [49] But because of its key political role for the United States, Bosnian Muslims and Croats, and an almost religious ardour of belief in this claim, Sebrenica has been immune to evidence. From the beginning until today the number has been taken as a given, a higher truth, the questioning of which would show a lack of faith and very likely «apologetics» for the demon.
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